Primeras citas en la madurez: expectativas y realidades
Primeras citas en la madurez: expectativas y realidades

Primeras citas en la madurez: expectativas y realidades

¿Qué esperamos de una primera cita después de los 40?

Si me dan un euro por cada amiga que me ha dicho “esta vez sí que sí” después de una primera cita, ya tendría para un buen fin de semana en la costa. La verdad es que las expectativas en la madurez pueden ser incluso más altas que cuando teníamos veintitantos. ¿La razón? Porque ahora sí sabemos lo que queremos… y lo que no admitimos bajo ningún concepto.

En la madurez, muchas mujeres —yo incluida— hemos pasado por relaciones largas, divorcios, hijos, reinvenciones profesionales y personales… Y cuando nos volvemos a lanzar al ruedo de las citas, lo hacemos cargadas de ilusiones, pero también con una reserva prudente. Queremos química, sí. Pero también conversación. Miradas, por supuesto. Pero también respeto. ¿Y por qué no? Un poquito de magia.

Pero aquí viene el primer choque con la realidad: en vez de ese caballero encantador que nos responde con chispa cada mensaje, a veces nos encontramos con un tipo que usa la misma camiseta de la foto de perfil (y que probablemente fue tomada hace diez años) y que confunde el silencio incómodo con « misterio masculino ».

Expectativas vs Realidades comunes

Aquí te comparto algunas situaciones que, si has estado en el mundo de las citas después de los 40, probablemente te suenen.

  • Esperas: Una conversación fluida y estimulante. Realidad: Te hace un monólogo sobre sus aventuras en moto por Andalucía mientras tú haces de público silencioso.
  • Esperas: Un aspecto cuidado, sin buscar la perfección. Realidad: Sí, viene en chándal. Y no del tipo sexy.
  • Esperas: Que se interese por ti, por lo que has vivido, por tus opiniones. Realidad: Parece más un entrevistador de recursos humanos. O peor, un vendedor de seguros.
  • Esperas: Un pequeño gesto de complicidad, una mirada, una broma compartida. Realidad: Pasa los dedos por el móvil cada tres minutos. No por trabajo. Por WhatsApp.

¿Quiere decir eso que todo está perdido? Para nada. Solo que quizás necesitamos ajustar la lente con la que miramos estas primeras citas.

Lo que realmente importa en una primera cita madura

Después de varias experiencias —algunas entrañables, otras para olvidar— he llegado a la siguiente conclusión: una primera cita no es una audición para encontrar al “amor definitivo”, sino una conversación entre dos personas que quieren conocerse desde la honestidad. Nada más, pero tampoco nada menos.

Cuando nos quitamos el peso de “esto tiene que funcionar” o “esta persona debe cumplir todo lo que soñé », algo curioso ocurre: empezamos a disfrutar. Y a detectar mejor lo que realmente nos importa:

  • La presencia emocional: ¿Está ahí contigo o parece que mentalmente sigue en casa mirando series?
  • La escucha: ¿Te deja hablar? ¿Sabe hacer preguntas interesantes o todo gira en torno a él?
  • La actitud: ¿Te hace sentir cómoda? ¿Respeta tus ritmos, tus silencios, tus risas?

Historias desde la mesa: anécdotas que nos enseñan

Recuerdo una cita que tuve con un hombre que, con toda su buena intención, me regaló un libro en nuestra primera reunión. “Porque me hiciste pensar en poesía”, me dijo. Me ruboricé. Me pareció tierno. Luego me di cuenta de que el libro tenía una dedicatoria… para otra mujer. Claramente reciclado. No sabía si reír o llorar. Opté por reír. Y le devolví el libro con cariño… y mucha sorna.

Otra amiga, Clara, tuvo una cita con un señor que insistía en hablar mal de su ex. Durante hora y media. Al final ella le dijo: “Creo que no necesitas una cita. Necesitas terapia… y un buen gin tonic”. Nunca más se vieron, pero esa anécdota nos sigue sirviendo para brindar en las noches de amigas.

Y luego están las sorpresas bonitas. Como la de Natalia, que fue a una cita cero convencida —cita de rebote, me dijo— y acabó compartiendo risas, vinos y confesiones hasta las dos de la mañana. Hoy llevan casi un año juntas. Porque sí, también hay primeras citas que nos devuelven la fe… cuando ya pensábamos que solo existían en comedias románticas.

¿Y si la cita no es perfecta?

No pasa nada. Lo repito: No pasa nada. Las primeras citas no son para impresionar, son para descubrir. Y a veces descubrimos que no hay conexión, o que no estamos del todo preparadas, o que aún necesitamos sanar un poquito más antes de volver a confiar.

Salir con alguien en la madurez no es una carrera por encontrar pareja lo antes posible, sino un proceso de exploración, reencuentro y también —por qué no— diversión. Un café puede no convertirse en romance, pero sí en una historia para contar. Un paseo puede no culminar en amor, pero sí devolverte una sonrisa que había estado escondida mucho tiempo.

Consejos sinceros para afrontar una primera cita con buen pie

  • Sé tú misma: No intentes parecer más sofisticada, más simpática ni más tolerante solo por gustar. Si funciona, que sea porque encajáis tal como sois.
  • No proyectes futuro en la primera hora: No fabriques mentalmente la boda, los viajes juntos y el sofá compartido. Ya habrá tiempo (si lo hay).
  • Fíate de tu intuición: Si algo te chirría, no lo ignores. Tampoco lo dramatices. Observa y decide con calma.
  • Acuerda bien el lugar: Un sitio agradable, donde te sientas cómoda y segura. No tienes que aceptar planes que no te convencen.
  • Permítete decir no —o sí— sin culpas: Decir que no quieres repetir es tan válido como aceptar una segunda cita. No te debes explicaciones más allá de tu bienestar.

Redescubrirnos a través del otro

Las citas en esta etapa pueden abrirnos horizontes insospechados. A veces incluso aunque no haya chispa, porque al hablar con el otro descubrimos cosas nuestras: cómo hemos cambiado, qué nos emociona hoy, qué ya no toleramos, qué nos da vértigo y qué nos hace reír de nuevo.

Una mujer madura no busca completar su vida con una pareja. Su vida ya está completa. Pero sí puede desear compartirla, enriquecerla, reírla a carcajadas con alguien que esté en una sintonía similar. Y eso, amigas, empieza (a veces) por una simple comida al mediodía con alguien que te da curiosidad.

Así que si tienes una cita próximamente —o estás dudando en aceptar una—, recuerda esto: no vas a demostrar nada. Vas a mirar, a escuchar, a sentir… y a decidir si quieres seguir descubriendo a esa persona. Sin presión. Sin guiones memorizados. Solo tú, con tu historia, tu deseo, tus ganas y tu sabiduría.

Y si el tipo es un desastre… al menos salvaste una buena anécdota para la próxima noche de vino con amigas. ¿No es eso también parte del viaje?