Errores comunes en las primeras citas y cómo evitarlos
Errores comunes en las primeras citas y cómo evitarlos

Errores comunes en las primeras citas y cómo evitarlos

Expectativas irreales: el exceso de proyección

¿Te ha pasado alguna vez que vas a una primera cita y, antes de que la otra persona haya pedido el primer café, tú ya le has puesto apellido, visualizado las vacaciones juntos y hasta imaginado cómo sería la boda? Tranquila, no estás sola. Las mujeres maduras, con el deseo legítimo de encontrar una conexión verdadera, a veces nos dejamos llevar por la ilusión.

El problema de proyectar demasiado es que terminamos evaluando a alguien por lo que esperamos que sea, y no por lo que realmente es. Y cuando la realidad no encaja con el guion que habíamos escrito, nos frustramos.

Una amiga mía, Carmen, me contó que salió con un hombre que sobre papel lo tenía todo: buen trabajo, divorciado desde hace años, hijos grandes ya independientes. En la cita él fue amable pero reservado. Ella volvió a casa decepcionada porque “no sintió la chispa”. Luego, con un poco de distancia, entendió que no fue que él no fuera interesante, sino que no cumplía su expectativa inmediata de sentirse como en una telenovela.

¿Cómo evitarlo? Ve a la cita con curiosidad, no con expectativas. Conócelo como conocerías a alguien en una nueva clase o en una reunión de amigos. Sin presión. Ya habrá tiempo para soñar en grande si la conexión es real.

Hablar demasiado… o demasiado poco

Hay dos extremos peligrosos: monopolizar la conversación o quedarte muda por los nervios. Ambas cosas juegan en tu contra.

Hablar sin parar puede ser una forma de llenar silencios incómodos con información irrelevante. A veces, creemos que si contamos mucho de nosotras, el otro se quedará prendado. Pero lo cierto es que la sobreexposición, sobre todo en una primera cita, puede parecer agobiante.

Y por otro lado, quedarse callada transmite inseguridad o desinterés. Un hombre me confesó una vez que dejó de ver a una mujer encantadora porque, según él, “le costaba sacarle una palabra y parecía incómoda todo el tiempo”.

La clave está en fluir: escucha, pregunta, comparte. Una cita no es una entrevista de trabajo ni un monólogo. Es un diálogo. Trata de mantener una proporción equilibrada entre hablar y escuchar. Y recuerda: el silencio no siempre es enemigo. A veces una pausa cómoda dice más que un chiste forzado.

Fingir ser alguien que no eres

Este error es tan común como inútil. Fingir que te encanta el senderismo cuando en realidad odias caminar más de 500 metros, reírte forzadamente de chistes que no entiendes o fingir desinterés por el compromiso cuando en realidad buscas una relación seria… todo esto no lleva a buen puerto.

Nos ha pasado a todas. En el afán por agradar, exageramos nuestras afinidades o escondemos nuestras verdaderas opiniones. Pero ten en cuenta algo importante: si finges ser otra persona y eso “funciona”, ¿quién va a enamorarse de verdad? Desde luego, no lo hará de ti, sino de una versión inventada.

Una seguidora del blog, Mónica, me escribió hace poco: “Teresa, al principio fingí que no me molestaba su falta de atención al escribirme. Quería parecer ‘relajada’, pero la verdad es que eso me fastidiaba muchísimo. Pasado el tiempo, me sentí infeliz y atrapada en una dinámica que yo misma permití”.

Ser auténtica no significa contarle toda tu vida en la primera hora, pero sí marcar desde el principio quién eres, qué te gusta y qué no estás dispuesta a negociar.

Hablar del ex (o preguntar por el suyo)

Mencionarlo una vez al pasar puede ser natural. Pero convertir la cita en una sesión de terapia para procesar rupturas pasadas… eso es un error de manual. Nadie va a una primera cita para escuchar los capítulos anteriores de tu novela afectiva, por muy intensa o dramática que haya sido.

Y cuidado también con el otro extremo: esas preguntas inapropiadas al estilo “¿Y por qué crees que tu ex te dejó?” o “¿Volverías con ella si te lo pidiera?”. El pasado amoroso es parte de la historia de cada uno, sí, pero en las primeras citas es mejor dejarlo como telón de fondo, no como protagonista.

Consejo de amiga: Si estás hablando más de tu ex que de lo que tienes en común con la persona que tienes enfrente, el problema no es la cita. El problema es que quizás aún no estés lista para una nueva historia.

Elegir mal el lugar o el plan

Parece un detalle menor, pero no lo es. El entorno condiciona mucho la energía de una cita. Ir a un restaurante ruidoso donde no se puede conversar, o quedar en un sitio donde una de las partes no se siente cómoda (por ejemplo, una mujer que no bebe en una coctelería), puede ser un desastre anunciado.

Una conocida me confesó que su peor cita fue en un escape room. Sí, ese tipo de juegos grupales donde hay que resolver acertijos para “escapar” de una habitación. El chico pensó que sería divertido. Ella se sintió atrapada, literalmente. “No podía ni mirarle a los ojos mientras corría entre pistas. Para una tercera cita, quizás. Pero no en la primera”, me dijo riendo.

Recomendación:

  • Elige un lugar donde puedas hablar tranquila.
  • Que no sea ni demasiado íntimo ni demasiado impersonal.
  • Y sobre todo, donde tú te sientas segura y en tu elemento.

No mostrar interés genuino

Una de las quejas que más escucho de hombres maduros es: “No sentí que realmente quisiera conocerme”. Y cuando profundizamos, lo que muchas veces pasa es que estamos tan inmersas en nuestras propias ideas, preocupaciones o filtros mentales, que no prestamos atención auténtica a quien tenemos delante.

Mostrar interés no significa sonreír como una muñeca de porcelana ni decir que todo te parece fascinante. Significa hacer preguntas abiertas, escuchar realmente la respuesta y conectar con la persona, no sólo con lo que aparenta.

¿Un truco sencillo? Hazle tres preguntas que no sean ni sobre su trabajo ni sobre su estado civil. Por ejemplo: “¿Qué te hace perder la noción del tiempo?” o “¿Qué aprendiste de tus 40 que no sabías a los 30?” Esa clase de preguntas abren el alma mucho más que « ¿A qué te dedicas? »

Hablar demasiado pronto del futuro

¿Te ha pasado que alguien te pregunta en la primera cita si quieres hijos, si estarías dispuesta a mudarte a otra ciudad o si te proyectas casada en cinco años? Da vértigo, ¿verdad?

Ciertas conversaciones profundas tienen su momento. No se trata de esconder tus deseos, sino de elegir cuándo expresarlos. La ansiedad por definir desde el principio si esa persona es “la correcta” puede llevarte a una especie de interrogatorio encubierto.

Permítete disfrutar del presente. Nadie se enamora con un formulario. Las mejores relaciones se construyen de a poco, sobre encuentros auténticos, no sobre planes a largo plazo dictados ya en la primera hora.

No cuidar la energía ni el lenguaje no verbal

Tu cuerpo habla incluso cuando tu boca no lo hace. Estar con los brazos cruzados, mirar constantemente el teléfono o interrumpir al otro transmite desinterés, por más que tus palabras digan “me encantas”.

Una mujer maravillosa, Paloma, me escribió diciendo: “Me encantó ese hombre desde que lo vi. Pero estuve tan nerviosa que no paré de mover la pierna y mirar el reloj. ¡Pensó que quería irme corriendo!”.

Consejo: Apaga el móvil o ponlo en silencio. Mírale a los ojos. Sonríe si lo sientes. Y si estás muy nerviosa, dilo. A veces una confesión honesta como “Estoy un poco nerviosa porque hacía tiempo que no salía con alguien nuevo” genera ternura y cercanía en lugar de inseguridad.

Querer impresionar en lugar de conectar

Traer una lista mental de tus logros, lugares exóticos que has visitado o tu dieta equilibrada puede estar bien. Pero si eso se convierte en el tema central, se diluye la posibilidad de conectar humanamente. Nadie se enamora de un currículo. Nos enamoramos de las historias compartidas, de las imperfecciones, del brillo en la mirada al contar algo que te apasiona.

Una mujer madura y segura no necesita impresionar. Necesita ser ella misma. Quien lo vea, bienvenido sea. Quien no, que siga su camino.

Las primeras citas, eso sí, nos recuerdan que estamos vivas, que seguimos buscando, explorando, con el corazón abierto. Y eso, querida lectora, ya es motivo de alegría. Evitar los errores más comunes no garantiza el amor, pero sí aumenta las probabilidades de una experiencia más plena, honesta y satisfactoria. Y de eso se trata, ¿no?