El rol de la confianza en el placer sexual
El rol de la confianza en el placer sexual

El rol de la confianza en el placer sexual

¿Qué tiene que ver la confianza con el placer sexual?

Mucho. Todo, de hecho. Y no me refiero solo a la confianza en la pareja—que también—sino, sobre todo, a la confianza en una misma. Porque si hay algo que aprendemos a medida que sumamos años (y experiencias), es que el placer no cae del cielo ni depende de lo que el otro haga perfecta y mágicamente. El deseo, el disfrute, el orgasmo… todo eso se alimenta, en buena parte, de cómo nos sentimos nosotras con nosotras mismas.

¿Te ha pasado alguna vez que, en medio de un encuentro íntimo, tu cabeza empieza a preocuparse por cómo se te ve el cuerpo? ¿Por si estás haciendo “lo correcto”? ¿O por si él (o ella) está tan a gusto como tú? Esa vocecita crítica interna… sí, esa. Esa es una ladrona de placer. Y su antídoto se llama confianza.

Confianza en el cuerpo que tenemos (y habitamos)

Nos han vendido durante décadas una idea de belleza imposible. Que si la piel firme, que si el vientre plano, que si los pechos altos. Y claro, cuando uno ve cuerpos perfectos en las pantallas todo el día, cuesta mirarse al espejo con amor, o al menos con neutralidad. Pero es precisamente eso lo que necesitamos para disfrutar más del sexo: dejar de evaluarnos como si estuviéramos en un casting y permitirnos sentir.

Una amiga, Clara, me contaba hace poco que después de los 50 empezó a tener los mejores orgasmos de su vida. ¿La clave? “Ya no me importa si tengo celulitis o si hago ruidos raros. Estoy más pendiente de lo que me gusta que de cómo me veo.” Esa libertad, ese permiso para disfrutar sin juicio, se construye con tiempo… y con mucha confianza en una misma.

La importancia de sentirse segura para soltar

El placer sexual necesita seguridad. Y no hablo (solo) de usar preservativo ni de que la persona sea “de fiar”, sino de sentirnos emocionalmente seguras. Si estás con alguien que te juzga, que te presiona, o que te hace sentir insuficiente, es difícil entregarse al disfrute. Porque el cuerpo responde cuando la mente le da permiso, y ese permiso solo aparece si hay un ambiente de confianza.

¿Te ha pasado alguna vez que, aunque había química, no conseguías conectarte por completo durante el sexo? Tal vez tu intuición captó algo que no te hacía sentir del todo cómoda. Escuchar esas señales también es parte de desarrollar la confianza en una misma. Porque el placer también es saber decir « no aquí » para luego poder decir « sí » donde de verdad apetece.

Vulnerabilidad: la puerta hacia el placer auténtico

Ser vulnerable no es mostrar debilidad. Es, en este contexto, atrevernos a mostrarnos como somos. Con nuestras ganas, nuestros miedos, nuestra intensidad o nuestras dudas. Cuando podemos decir « esto me gusta », « esto me incomoda », « me encantaría probar tal cosa », estamos abriendo espacio para un tipo de placer mucho más profundo. Y eso solo se logra con confianza, poco a poco, en relaciones donde nos sentimos escuchadas y respetadas.

Tengo recuerdos de encuentros fugaces donde no hubo mucha palabra pero sí un respeto tácito que generaba confianza. También he estado en relaciones largas donde el sexo era mecánico porque no se hablaban las emociones. Por eso, más allá de la duración o del tipo de vínculo, lo que marca la diferencia es el grado de apertura que podemos tener… con el otro, sí, pero sobre todo con nosotras.

El autoconocimiento como base de la confianza

Una de las cosas más poderosas que podemos hacer por nuestra vida sexual (y que muchas descubrimos más tarde de lo que nos hubiese gustado) es conocernos. Literalmente. Entender cómo reacciona nuestro cuerpo, qué nos gusta, qué nos excita, qué nos relaja. La masturbación, lejos de ser un tabú, puede convertirse en una herramienta maravillosa para desarrollar confianza.

Y ojo, no se trata de una obligación del tipo « tienes que explorarte sí o sí para saber disfrutar ». No. Se trata más bien de regalarte espacio para ti, sin expectativas, sin prisas, sin que haya que llegar a algún “punto”. Solo estar contigo, en tu cuerpo, en tu placer. Ese conocimiento después se traduce en seguridad. Y esa seguridad… en mucho placer compartido si luego se da el caso.

Las heridas de la autoestima y cómo impactan en el erotismo

Muchas mujeres pasamos buena parte de nuestra vida dudando de nuestro valor. Ya sea por mensajes recibidos en la infancia, por relaciones que nos desvalorizaron, por una cultura que no deja de juzgarnos. Todo eso deja huella. Y cuando llega la hora de desnudarnos no solo físicamente, sino emocionalmente, es normal sentir miedo.

Por eso digo siempre: el camino del placer también es un camino de sanación. Reaprender a mirarnos con amabilidad, dejar de exigirnos tanto, aprender a pedir lo que nos gusta. Todo eso hace falta para construir confianza. Y sí, lleva tiempo. Pero vale la pena. Porque el sexo desde la seguridad 💫 es otra historia.

¿Y si la confianza flaquea? Algunos consejos prácticos

No hace falta ser una diosa segura de sí misma las 24 horas del día para tener buen sexo. Todas tenemos momentos de duda, inseguridades, días en que no nos gusta cómo nos sienta el pantalón o en que nos sentimos desconectadas de nuestro cuerpo. Pero eso no significa que no podamos disfrutar. Aquí van algunas ideas prácticas que pueden ayudar:

  • Elige bien con quién te acuestas: suena básico, pero a veces nos lanzamos a encuentros que, en el fondo, no apetecen tanto. Si alguien no te transmite calma y respeto, posiblemente no sea el escenario adecuado para el placer.
  • Haz del sexo un espacio tuyo, no solo compartido: retoma la masturbación con otros ojos, desde el deseo y no desde la obligación. Conócete. Reencuéntrate.
  • Habla. Habla. Habla: con amigas, con terapeutas, o con tu pareja. Poner en palabras lo que sientes ya es parte del proceso de reconexión con el deseo.
  • El humor salva: no todo tiene que ser perfecto. A veces el mejor sexo surge cuando dejamos de tomarlo tan en serio. Una risa compartida en mitad del juego puede generar más confianza que mil discursos.
  • Cuida tu narrador interno: esa voz que te critica puede cambiar. ¿Qué pasaría si, en vez de preguntarte “¿estaré haciéndolo bien?”, pensases “¿me siento bien con esto?”.

La madurez: una aliada inesperada

Aunque el mundo insista en vendernos la juventud como el pico del deseo, muchas mujeres descubrimos en la madurez un nuevo lenguaje erótico. Uno que no se basa en la perfección, sino en la presencia. Que no busca cumplir expectativas ajenas, sino conocer las propias. Y eso, te lo aseguro, puede ser infinitamente más excitante.

Alicia, que ronda los 60, me dijo una frase que se me quedó grabada: “Ahora tengo menos deseo espontáneo, pero mucho más deseo libre.” Y es que sí, el cuerpo cambia, los ritmos también, pero la capacidad de sentir –y de dar placer– crece cuando lo hacemos desde un lugar genuino, sin máscaras ni vergüenza.

Porque al final… se trata de elegir el placer

Y elegirlo requiere confianza. No una confianza arrogante ni sobreactuada, sino esa que nace cuando te sabes merecedora del disfrute. Cuando entiendes que el placer no es un premio para las mujeres jóvenes ni flacas, ni para las que saben todas las posturas del kamasutra, sino un derecho de todas. Estés donde estés en tu historia. Tenga tu cuerpo la forma que tenga. Haya pasado el tiempo que haya pasado.

Así que si te cuesta entregarte, si hay algo que se traba en los encuentros íntimos o si sientes que has perdido las ganas, quizás lo que se está pidiendo no es más técnica, ni más juguetes, ni más trucos… sino más confianza.

Y esa, créeme, se puede aprender. Paso a paso. Con paciencia. Y con mucho amor hacia ti misma.