El poder de la autoestima en las relaciones amorosas
El poder de la autoestima en las relaciones amorosas

El poder de la autoestima en las relaciones amorosas

¿Por qué la autoestima marca la diferencia en el amor?

La autoestima no es un lujo opcional cuando hablamos de relaciones amorosas, particularmente cuando ya hemos vivido lo suficiente como para saber lo que queremos —y lo que definitivamente no queremos más. A partir de los 40, muchas mujeres comenzamos a mirar hacia dentro con una mirada más honesta. Y esa mirada, querida lectora, es el primer paso para recuperar o reforzar algo que nunca debimos perder: el amor propio.

¿Te has preguntado alguna vez por qué ciertas relaciones nos han dolido más de lo debido? ¿O por qué nos hemos quedado demasiado tiempo en vínculos que apagaban en lugar de encender? Muchas veces, el común denominador no fue la persona que teníamos delante, sino la forma en que nos valorábamos frente a esa persona.

La autoestima influye desde cómo elegimos pareja, hasta cómo ponemos límites, pasando por lo que aceptamos, lo que exigimos y, sobre todo, lo que esperamos del amor. Y cuando esa autoestima está bien anclada, las decisiones amorosas dejan de basarse en el miedo a la soledad y empiezan a sostenerse en el deseo real de compartir, no de completar algo que creíamos roto.

Cuando nos reencontramos con nosotras mismas

Hace poco, charlando con Carmen, una amiga de 52 años recién salida de un divorcio, me decía algo que me tocó profundamente: “Teresa, durante años pensé que era muy ‘comprensiva’, que sabía ceder. Hoy me doy cuenta de que confundía amor con autoabandono ». Esa frase resume muchas de las historias que he escuchado —y vivido— de mujeres adultas que, por priorizar a su pareja, se fueron olvidando de sí mismas.

Recuperar la autoestima implica a veces reconstruir los propios cimientos: volver a preguntarte qué deseas, qué te gusta, qué cosas ya no estás dispuesta a tolerar. No es egoísmo, como nos han hecho creer, sino una manera de situarte en el centro de tu propia vida.

Y cuando eso ocurre, algo cambia: ya no buscas a alguien que te “valide”, porque tu valor lo llevas bien aprendido desde casa. Es entonces cuando las relaciones se transforman. Ya no atraes vínculos de dependencia o drama constante. Te interesan personas que sumen, no que drenen.

Se nota en cómo elegimos (y en lo que ya no elegimos)

La autoestima elevada se traduce en decisiones. Por ejemplo:

  • Ya no respondemos a mensajes que llegan en la madrugada como si fueran señales de amor.
  • No aceptamos invitaciones vagas del tipo « a ver si nos vemos », esperando sentadas una atención que nunca fue real.
  • Dejamos de creer que debemos « ganarnos » el cariño de alguien: el amor no se suplica, se comparte.
  • Sabemos que merecemos afecto, ternura y deseo, no solo compañía por costumbre.

Reconocer esto lleva tiempo, claro. A muchas nos ha costado lágrimas, noches de insomnio y más de un revés amoroso. Pero también nos ha dejado valiosas lecciones: no todo lo que parece amor es amor, y nada, absolutamente nada, vale más que tu paz interior.

Autoestima no iguala arrogancia, sino dignidad

Hay quienes confunden la autoestima alta con ser distante o arrogante, pero nada más lejos. Una mujer segura de sí misma no presume, simplemente ya no se disculpa por existir como es. No le teme a estar sola, porque sabe que su propia compañía puede ser incluso mejor que la de alguien que no le suma.

Una mujer con autoestima no levanta muros, levanta criterios. Y esos criterios no son negociables si van en contra de su bienestar emocional, afectivo y sexual. Porque sí, querida, el placer también se defiende con autoestima.

El deseo también se alimenta del amor propio

Hablemos claro: hay muchas mujeres mayores de 40 que han aprendido a desear desde un lugar de culpa o restricción. Nos enseñaron que el deseo tenía fecha de caducidad, o que debía supeditarse a las necesidades del otro. Falso. Más bien, ocurre lo contrario: cuanto más conectadas estamos con nuestro cuerpo, más conscientes somos de lo que nos gusta… y de lo que no estamos dispuestas a fingir.

Una autoestima sana empodera el placer. Nos da la libertad de decir qué nos excita, qué nos incomoda, cuándo queremos y cómo queremos. Ya no nos sometemos al « cumplir por cumplir », y eso cambia por completo la experiencia sexual —para nosotras y para quien esté a nuestro lado.

Pequeños actos cotidianos que fortalecen tu autoestima

Quizás pienses ahora: “Teresa, todo esto suena muy bonito, pero ¿cómo empiezo a trabajar en mi autoestima cuando hay días que ni me reconozco en el espejo?”. No te culpes, nos pasa a todas. La buena noticia es que no se trata de un cambio radical de la noche a la mañana, sino de pequeñas decisiones conscientes.

Algunos ejemplos prácticos (sí, prácticos de verdad):

  • Aprende a decir « no » sin justificarte. Tu tiempo y tu energía son valiosos.
  • Dedica al menos 30 minutos al día a algo que te dé placer verdadero: leer, caminar, bailar, meditar, escribir.
  • Evita compararte con otras: lo que ves en redes sociales es solo una porción editada de la realidad.
  • Rodéate de personas que te hablen desde el amor, no desde la crítica constante.
  • Reclama tu espacio en la cama, en la conversación, en la vida. No estás de más, estás justo donde debes estar.

La autoestima no se “tiene o no se tiene”, se cultiva, se trabaja, se escucha… hasta que se convierte en una forma nueva —y más justa— de relacionarte contigo y con los demás.

¿Y en el mundo de las citas?

Entrar (o reentrar) al mundo de las citas después de los 40 puede ser un terreno desafiante, lo sé bien. Pero cuando tienes una autoestima sólida, el panorama cambia. Ya no haces « castings » para ver quién te quiere, sino más bien entrevistas internas para identificar si quieres realmente que esa persona entre en tu vida.

Recuerdo el caso de Alicia, 47 años, usuaria activa de un sitio de citas para personas maduras. Me contó entre risas cómo había dejado de lado al típico « encantador de serpientes » que le prometía el cielo en los mensajes y desaparecía los fines de semana. ¿La razón? “Ya no me conformo con promesas bonitas. Quiero hechos, no espejitos de colores”. Y vaya si tiene razón.

En las citas, tener buena autoestima no significa no ilusionarse, sino ilusionarse con sentido. Entender que estar sola no es un castigo, sino una elección digna cuando no aparece alguien que esté a la altura de tu mundo interior.

El amor que llega, cuando ya no se implora

Una mujer que se quiere, se cuida. Pero también ama con más libertad. No desde la necesidad, sino desde el deseo genuino de compartir. Y, paradójicamente, es esa libertad la que atrae relaciones más sanas, más auténticas.

No hay edad para empezar a quererse bien. Ni para dejar de mendigar migajas afectivas. Ni para despertar el deseo dormido tras años de silencios y falsas creencias. Todas estamos a tiempo, si el punto de partida somos nosotras mismas.

Que no te lo vendan de otra forma, amiga: la autoestima no es egoísmo, es supervivencia emocional. Y cuando la tienes de aliada, el amor (del bueno) ya no asusta, ni arrebata. Se ofrece, se cuida, se vive con plenitud.

Así que aquí va mi consejo más directo: empieza hoy, aunque sea con una frase frente al espejo, con una decisión que te respete, con una cita contigo misma. Porque no hay relación más importante que la que tienes contigo. Y desde ahí, todo lo demás empieza a florecer.