Placer sin fecha de caducidad: El sexo se vive, se goza y se reinventa
¿Cuántas veces hemos escuchado que el deseo tiene una edad límite? Que después de los 40 (¡o los 50, 60 o más!), el sexo pasa a un segundo plano o, peor, deja de tener importancia. Afortunadamente, cada vez más mujeres descubren —o redescubren— que la plenitud sexual no sólo no desaparece con los años, sino que puede intensificarse, si aprendemos a escuchar nuestro cuerpo y nuestras ganas con honestidad.
Este artículo es un reflejo de eso: de las conversaciones que he tenido con amigas, lectoras, compañeras de vino y confidencias. Mujeres reales, con deseo real, que se niegan a meter el placer en una caja etiquetada “juventud”. Así que si estás leyendo esto y te preguntas si es “demasiado tarde” para disfrutar plenamente del sexo, la respuesta es no. Y ahora te digo por qué.
Tu cuerpo ha cambiado, y eso no es una mala noticia
Vamos a decirlo con claridad: el cuerpo cambia. La piel, la lubricación, la sensibilidad… todo evoluciona. Pero lejos de ser un obstáculo, es una invitación a conocerte de nuevo. Muchas veces, las mujeres maduras descubrimos zonas erógenas que no habíamos explorado antes, ritmos que antes nos pasaban desapercibidos, caricias que ahora nos encienden con una intensidad inesperada.
Recuerdo a Marta —54 años, divorciada y felizmente soltera en este momento— que me decía entre risas: “Antes pensaba que necesitaba la energía de un veinteañero para disfrutar en la cama. Ahora me doy cuenta de que lo que más me excita es que escuche, que entre en mi mundo, que sepa dónde detenerse y no sólo dónde llegar.”
Conócete: el autoplacer no tiene límites
Explorar el propio cuerpo es una práctica que no debería tener una fecha de expiración. Al revés, muchas mujeres empiezan a masturbarse de manera más consciente al llegar a la madurez porque ya no hay prisa, ya no hay tabú, ya no hay vergüenza.
Dedicarte tiempo, prestarte atención, probar distintas formas de tocarte o incluso incorporar juguetes puede ser una forma deliciosa de reconectar con tu sexualidad. Y esto, lejos de quitarle magia al sexo en pareja, se la añade, porque ya sabes qué quieres —y cómo lo quieres.
¿Y si nunca lo has hecho o no sabes por dónde empezar? No hay recetas únicas, pero aquí van algunas ideas:
- Probar la estimulación fuera del clítoris: muchas zonas del cuerpo pueden ser altamente erógenas.
- Dedicarte un rato sin presión: no se trata de “llegar”, sino de disfrutar el camino.
- Jugar con la respiración y el ritmo: el placer está en el cuerpo, pero también en la mente.
La comunicación es mejor que nunca (si te lo permites)
Una de las grandes ventajas de vivir el sexo en la madurez es que, generalmente, hablamos con menos rodeos. Hemos aprendido —a veces a golpes— que guardarse lo que una desea sólo lleva a frustraciones y errores repetidos. Así que ahora, cuando algo no gusta, lo decimos. Y cuando algo NOS GUSTA… también.
Esto se aplica tanto a relaciones estables como a encuentros más ocasionales. Ya no estamos para fingimientos ni para complacer por obligación. El buen sexo empieza por la honestidad. Y sí, eso puede ser incómodo al principio, pero también liberador.
Como decía Julia, de 62 años, felizmente enamorada tras casi tres décadas de soltería: “Al principio me daba cosa decirle que quería probar con un poco de juego de roles. Luego pensé: ‘Teresa, a esta edad, o te lanzas o te quedas con las ganas.’ Y te digo algo: nunca había reído (y gozado) tanto en la cama.”
Dile adiós a los mitos sobre el deseo femenino
Vivimos en una cultura que a menudo ha invisibilizado el deseo de las mujeres maduras. Como si sólo pudiésemos disfrutar del sexo si estamos protegidas por la juventud, la maternidad o el deber conyugal. Pero no. El deseo no es una cuestión de edad, sino de presencia. Y de autonomía.
Muchas veces, me escriben mujeres que sienten que “ya no tienen libido” como antes. Y claro, no tienen la misma libido… ¡porque no son las mismas mujeres! La vida carga, sacude, transforma. El estrés, la autoexigencia, la rutina o incluso cambios hormonales influyen. Pero eso no significa que el deseo haya muerto. Tal vez esté dormido. Y como todo lo que duerme, puede despertarse si lo acaricias como se debe.
Atrévete a experimentar y romper esquemas
El sexo maduro tiene un secreto: no hay reglas. Y eso es tremendamente liberador. Ya no hay expectativas sociales tan fuertes (al menos si no las dejas que te coman la cabeza), ya no te paraliza el “qué pensará de mí”, ni la presión por encajar en una fantasía ajena.
Este es el momento ideal para animarte con cosas nuevas (si te apetecen, claro). Puede ser desde cambiar de posición con tu pareja, incorporar juguetes eróticos, explorar alguna fantasía, descubrir qué es eso del “slow sex” o simplemente tener una conversación profunda y erótica sobre deseos compartidos.
Y si estás conociendo gente nueva (¡bravo por ti!), recuerda: cada encuentro es una posibilidad, no un examen. No estás ahí para demostrar nada, sino para vivir lo que te dé la gana vivir. Y eso, créeme, se nota desde el primer beso.
El deseo también necesita descanso (y cuidados)
Hablar de placer no es hablar de estar siempre encendidas. A veces el sexo no apetece, y está bien. A veces la libido baja, sea por menopausia, por estrés, por tristeza o simplemente porque una está en otra cosa. Negarlo no sirve de nada; reconocerlo sí. Es un acto de amor propio saber escucharnos —y no forzarnos— cuando hay exceso de exigencia o agotamiento.
También vale pedir ayuda. A veces un buen chequeo ginecológico, una consulta con un sexólogo o simplemente una charla sin prejuicios con alguien de confianza puede abrir puertas. Y si tu pareja tiene dificultades (disfunción eréctil u otros cambios), más motivo aún para hablar desde la empatía y buscar soluciones juntas.
Disfrutar del sexo con plenitud es un acto de libertad
En resumen: no se trata de “mantenerse joven”, sino de mantenerse viva. De reconocer que el placer no tiene edad, pero sí requiere atención, curiosidad y libertad. Que tu cuerpo merece el gozo, no a pesar de tus años, sino precisamente gracias a ellos.
Mi consejo, mujer a mujer: no te guardes las ganas. Baila con ellas, en la cama, frente al espejo o donde sea que la vida te lo pida. El deseo eres tú, completa, imperfecta, con risas, alguna estría y mucha historia en la piel. Y eso, créeme, es profundamente deseable.
¿Te animas a vivir un nuevo capítulo en tu sexualidad?
Te leo en los comentarios.