Cómo lidiar con la soledad antes de encontrar pareja
Cómo lidiar con la soledad antes de encontrar pareja

Cómo lidiar con la soledad antes de encontrar pareja

La soledad no es una enemiga, aunque a veces se disfraza de una

Antes de encontrar pareja, muchas veces toca hacerle espacio en nuestra vida a alguien que parece ocupar más de lo que debería: la soledad. Y no hablo de la soledad elegida —esa que disfrutamos con una copa de vino, una serie que nos atrapa, o una noche de lectura sin interrupciones—, sino de esa soledad que pesa, que hace ruido cuando bajamos la persiana un viernes por la noche, que nos hace preguntarnos si el amor volverá a tocar la puerta o si ya nos quedó grande la ilusión.

Si estás leyendo esto, probablemente hayas sentido esa sensación alguna vez —o tal vez la sientas ahora mismo—. No estás sola. Y no, no es algo que “pasa” y ya está, hay que hacerle frente con cabeza y con corazón. En este artículo quiero compartir reflexiones, consejos y también alguna que otra historia porque, créeme, hay vida (buena) antes de la pareja. Lo primero es no perderse a una misma.

No estás incompleta, estás en transición

Uno de los errores más habituales que cometemos cuando estamos solas es creer que nos falta algo o alguien para estar “completas”. Como si nuestra felicidad dependiera exclusivamente de tener pareja. ¿Cuántas veces has escuchado “a ver cuándo encuentras por fin a alguien”? Como si el único destino posible para una mujer madura fuera terminar en brazos de otro. No lo compro.

Estar sola no es fracasar. Es estar en una etapa, como tantas otras. A veces es una pausa necesaria para recolocar las piezas internas. Otras veces, es un aprendizaje, una cura o un simple paréntesis para respirar. Te cuento algo: conocí a una mujer en una charla sobre autoconocimiento que me dijo literalmente: “Pasé dos años sola, y fueron los mejores profesores de mi vida sentimental”. Piénsalo. El silencio enseña, y mucho.

Haz las paces con tu mundo interior

Cuando estamos emparejadas, dedicamos gran parte de nuestra energía al otro. Pero en el período de soledad, tenemos una oportunidad de mirar hacia dentro. A algunas les da miedo, es normal. Pero también es un regalo: es el momento perfecto para reconectar contigo, sin distracciones.

¿Te has preguntado últimamente qué te gusta de verdad? ¿Qué cosas haces solo por inercia? ¿Qué deseas de una relación futura, y qué no volverías a tolerar? Estas respuestas no vienen de golpe, pero una vez que las conoces, te transforman.

Activa tu vida social (pero con criterio)

Sí, ya sé que salir con amigas o apuntarte a actividades suena a consejo de revista barata… pero funciona, si lo haces a tu manera. No se trata de llenarte la agenda para no pensar, sino de elegir conscientemente compañía que te nutra. Es el momento ideal para reconectar con amistades antiguas o hacer nuevas.

Además, alejarse un poco del móvil y encontrarse con gente cara a cara (sí, incluso si al principio da pereza), oxigena la mente. Y si de paso descubres nuevos espacios —una clase de pintura, senderismo en grupo, teatro aficionado, lo que sea— también amplías tus horizontes. Y quién dice, ampliar horizontes siempre tiene efectos secundarios… a veces incluso amorosos.

Rompe con el juicio ajeno

Una cosa molesta de la soledad, especialmente cuando pasas los 40, son los comentarios. Ese “¿Y tú por qué estás sola, con lo encantadora que eres?”. Como si el estar sola fuera sinónimo de defecto oculto. Hay gente que no entiende que una mujer pueda elegir no estar en pareja, o simplemente, aún no haber encontrado algo que valga realmente la pena.

Mi consejo: vacúnate emocionalmente contra las opiniones ajenas. No les des el poder de evaluar tu vida. Tú sabes lo que hay detrás de tus decisiones, tus tiempos y tus silencios. Lo demás… puro ruido.

Mima tu cuerpo, no solo tu mente

El deseo no se va porque estés sola. Al contrario, a veces la imaginación se agudiza. Muchas mujeres asocian la sexualidad con la pareja, y cuando no tienen a alguien, lo dejan de lado. Error. Tu cuerpo sigue siendo fuente de placer, de descubrimiento y de energía, estés o no con alguien.

Masturbarte, explorar nuevas sensaciones, descubrir qué te erotiza hoy (que a lo mejor no es lo mismo que hace 20 años)… todo eso también te conecta contigo. Y cuando llegue otra persona, si llega, tú ya tendrás mucha claridad sobre lo que te gusta y lo que no. Créeme, eso se agradece, y mucho.

¿Qué tipo de relación quieres realmente?

Antes de lanzarte de vuelta al mundo de las citas, párate a pensar: ¿quieres compartir tu vida o solo compartir momentos? ¿Buscas una pareja tradicional o algo más libre? ¿Cuáles son tus valores no negociables? Muchas veces, la ansiedad por estar con alguien nos hace conformarnos con menos de lo que merecemos.

Una de mis lectoras, Marta, me escribió hace poco: “Estuve tres años sola. El cuarto conocí a alguien y no me encajaba del todo, pero tenía miedo de volver a la soledad. Me tardé seis meses en dejarlo y volver a apostar por mí. Hoy, por primera vez, estoy sola sin ansiedad, y me siento fuerte.” Eso es saber lo que quieres.

Abre la puerta, pero no salgas corriendo

Cuando sientas que tu soledad ya no pesa tanto, y que estás bien contigo, ese puede ser un buen momento para abrirte a nuevas conexiones. Pero sin prisas. No necesitas decir « sí » al primero que aparece solo para evitar otra cena sola.

Date la oportunidad de conocer sin expectativas urgentes. El amor, cuando se fuerza, se disfraza de intensidad pero suele estar vacío. En cambio, cuando lo dejas florecer en calma, se ve, se nota, se siente de otra manera.

Pequeños actos cotidianos que marcan una gran diferencia

¿Sabes qué me ayudaba a mí en los días grises de mi etapa de soledad? Estas pequeñas rutinas:

  • Prepararme una cena rica, con vela incluida, aunque fuera para una sola persona.
  • Escuchar música que me hiciera bailar mientras limpiaba la casa.
  • Salir a caminar sin rumbo, solo por el placer de ver gente y calles vivas.
  • Escribir en un diario las cosas buenas del día, aunque fueran pequeñas.
  • Hablar con una amiga por videollamada en pijama y con mascarilla en la cara.

No hay una gran solución mágica, pero sí hay muchos gestos poderosos. Estar sola sin sentirte sola es un equilibrio que merece la pena encontrar.

Una etapa para agradecer, no solo para soportar

Si algo he aprendido con el tiempo, es que cada etapa tiene su razón de ser. La soledad puede doler, sí. Pero también puede enseñarnos más sobre el amor que muchas relaciones mediocres. Nos hace recordar quiénes somos, qué necesitamos, y sobre todo, lo que no estamos dispuestas a perder de nosotras mismas por nadie.

Así que, si estás pasando por esa etapa ahora, no la veas como un túnel oscuro que hay que atravesar a toda velocidad. Puede que sea, en realidad, el sitio donde estés sembrando el amor propio que luego nutrirá una futura pareja —si eso es lo que deseas—, o tal vez… una vida plena, sin necesidad de llenar ningún vacío.

Y recuerda: no todas las historias de amor comienzan con dos. Algunas, las mejores, comienzan contigo misma.